18 febrero 2012


CANTOS EN LA CALLE

ESPEJISMO

Extinguidas las falsas claridades,
derruidas las mentidas certidumbres,
desechado el absurdo de la lógica,
disociado el sujeto de su objeto,
abatido el pedestal de la objetividad,
queda de esta calle
la visión engañosa
de la recursiva
mendicidad.



PORIAJHU

Sacó la madre
su mano
del tacho de basura
y comenzó el niño
a masticar su pan.

Pobreza de mi pueblo
de mi gente,
¿Quién lo cambiará?





CARAS SUCIAS

Un signo
una voz
una mirada,
el gesto tendido en algún atrio,
la súplica surgiendo de un zaguán,
dos ojos macilentos en la plaza,
el cuerpo endeble maltratado
la inocencia perdida, violada,
los chicos de la calle,
caras sucias,
presente y futuro de mi pueblo
desgarrados poemas de miseria
mendicantes de afectos
y de pan.




TRILOGÍA
DEL AMOR HALLADO


A 1

Está solo,
sentado en una plaza,
los otros,
ellos,
ellas,
en multitud se acercan,
y pasan,
y le miran,
y se miran,
se detienen los ojos en los ojos
y enmudecen las miradas.
Por un instante fugaz,
o casi eterno,
las almas se encuentran,
se tocan, se estremecen,
se desean.
Quizá tan solo un beso,
un abrazo,
una lágrima.

Tal vez, tan solo una palabra.
Mas,
todos pasan,
se alejan,
se pierden,
se esfuma una esperanza.
Y el queda solo.
Tendida su belleza displicente
en el banco de una plaza.




A 2

En la profundidad
de la noche
se miraron.

En que difiere
la avidez de sus miradas
de la tuya
o de la mía?

En su coraje quizá
o en su inocencia.

Arropados
por el tibio celaje
de la hierba
y el tacto suave
del rocío,
se durmieron


Despertaron
al murmullo de las alas
y la ternura de los silbos.

Sonrientes,
Se miraron.
Y por distintos caminos
se perdieron.




A 3

De nuevo
se encontraron.

Puede el tiempo,
la huida,
la distancia,
disipar
el signo de aquel agua,
la tersura del aceite,
la eternidad de la palabra?

En realidad,
la ofensa,
la traición,
el abandono,
jamás
lo habían separado.



El uno intuía la luz permanente
de sus ojos,
el otro perseguía la sombra vacilante
de sus pasos.


Así,
otra vez se reencontraron.

Intenso fue el beso y el abrazo,
de dos seres
que nunca se olvidaron.





BAHIA DEL SOL

Bahías. Amor de riberas que abrazan
las aguas del río, las aguas del mar.
El tibio regazo que guarda, resguarda,
que encierra, conserva y preserva
a veces para siempre
para siempre amar.

Bahías. Piedra bautismal de América.
América negra. América blanca, mestiza
rubiamorenacobriza, la piel impregnada
en agua ritual.

Esta no es la blanca bahía argentina,
La Bahía-Honda cubana
o la Grande Bahía antillana
que acunan las aguas de mar.

La dulce bahía asuncena
tampoco es aquí.
Aquel portal en poemas
Que espeja al solar guaraní.

Ni es Bahía de Todos los Santos.
Es la correntina Bahía del Sol,
allí donde moran los peces dorados
y habitan los duendes del agua,
las yaras del monte, del árbol,
del ave y la flor.

Seductor remanso de ríos de América,
del cauce asunceno y el Gran Paraná
refugio de sueños, de magia, de amor,
pueda que en las tardes un eco lejano
nos traiga las voces de quien te sonó
Bahía del Sol.



CUANDO ESE DIA LLEGUE

Cuando ese día llegue
levantaré la tierra entre mis manos
y besaré el terrón, la raíz, el tallo
y la arrojaré gritando
es mía, Señor, es mía
esta tierra que es tumba de mi padre
y se bebió la sangre del hermano.

Cuando ese día llegue
levantaré a los hijos sobre el brazo
y mostraré diciendo: esto es de ustedes
el maizal, el campo, el monte.
Esto no es grande, pero es de ustedes.
Ya no serán los pobres conchabados,
Serán hombres.

No llores, mujer seguí rezando.
Yo sé que a veces pienso y hablo
por demás.
Pero te juro, mujer, por esta cruz
y este facón, por estos hijos,
que si ese día no ha llegado
está llegando.


PLAZOLETA
DEL ENSUEÑO

I
Jamás hubiera soñado
Juan de Vera
que esta plaza con su nombre
la poblaran tantas voces,
tantos sueños
e ilusiones
de los jóvenes.
¿Sólo sueños?
Tendidos sobre el césped
arrumacos y caricias
febricientes.
Suena el beso. Y es vencida
la timidez adolescente.

II
Plaza del sol y de palmeras
Tipas añejas ¡cuánta historia
bajo ramas verdinegras!

Y al abrazo de su sombra
la imagen de aquel santo
que amara a la juventud
y sus quimeras.

III
Juan de Vera. Plaza en luz
Y flores nuevas
¡Vidas nuevas!
Bullangueras carcajadas
Por miríadas
que se cruzan
avarientas y sedientas
que se entregan
al brotar la primavera.




DE ÁNGELES

¿UN ANGEL?

Hoy encontré a un joven
sentado junto a mí,
que mirándome preguntó
si creía en Dios.
-Porque yo creo en Dios – musitó.
Miré entonces al adolescente:
rubio, blanco, hermosa tez,
suave voz.
- Yo también - sonriendo respondí.
- ¿De qué credo sos? – pregunté.
- Pienso que no interesa el credo
para creer y amar a Dios-
con pausada voz me respondió.
Lo escuché asombrado y se lo dije:
- Admiro tu edad y tu coraje
para hablar así de Dios.
No conozco jóvenes creyentes
que se atrevan a hablar así
de su Señor -

- Nos tratan de locos – dijo – y se ríen,
pero no conocen ni aman a Dios.
Yo le agradezco siempre
la hermanita que le pedíamos
y mi madre soñaba tener.

Seguimos hablando, yo asombrado;
él sereno, tranquilo, sin temor.
-¿De qué colegio sos?
- La Regional, me dijo
¡Esa es mi escuela, allí estudié,
me recibí, allí ejercí! – exclamé
Me miró y sonrió.
De pronto, inclinó un poco su cabeza
hacia mi hombro
y murmuró.
- Repetiría conmigo lo que diga yo?
Reflexioné un segundo y respondí: sí.

Y de labios de un niño adolescente
en un rincón de colectivo
repetí
una oración de amor
y de perdón a Dios.

- ¿Cómo te llamás? – le pregunté
y él dijo: Juan.
¡Se llamaba Juan!
¡Y no era el hombre
que anunciaba los pasos del Señor!
¡Era un joven que sin miedo proclamaba
la existencia y el amor de Dios!

Se despidió, agitó sus brazos,
bajó y se fue.
Nunca más lo ví.
Inútilmente lo busqué.
Entonces, muchas veces me pregunto:

¿Realmente, era un joven
o era un ángel
quien me encontró
esa vez?




PESADILLAS

PESADILLA UNO

Pestilentes caranchos
amarillos
se llegan venteando
la imagen de mi cuerpo
desnudo
tendido en el montículo.
Con sus fauces repletas de graznidos,
de hambrientos metálicos
graznidos,
se arrojan sorbiendo
a picotazos
la luz de mis pupilas
vaciando la cuenca de mis ojos,
hendiendo con sus garras
mis costillas,
revolcándose en la sangre
de mi pecho,
en el flujo viscoso
de mi semen,


y al hallarlo ardiente,
llameante,
-oh dioses del Olimpo-
se elevan
-inmortales ladrones-
alzando mis entrañas
en sus picos.




PESADILLA DOS

Erguidas en sus colas
negras,
overas,
amarillas,
reptando enloquecidas,
veloces,
aviesas,
agresivas,
me cercan, me muerden y me pican.
Se trepan por los muslos,
se cuelgan de los brazos,
envuelven mi cintura y se suben
mirándome a los ojos.
Se hunden en mi boca mordiéndome la lengua,
las encías.
Me atraviesan,
se entrelazan al son del cascabel y del siseo.

Y danzan
al compás furibundo de los crótalos,
anidan en mi sexo
y copulan.
Desesperado entreabro los ojos
Y despierto.
Inútilmente.
En la oscuridad del cuarto,
siguen ellas
mirándome en silencio.



EL BALCÓN ABIERTO

Un balcón abierto
símbolo
del amor que se aguarda
o el amor que se aleja.

EL BALCÓN ABIERTO

Ayer,
se me fue un amigo.
Muy de madrugada
se me fue un amigo
No cantaba el gallo
ni asomaba el alba
y se fue el amigo.

Luceros sus ojos
en rostro de nácar,
espiga de nardo
con viriles pasos.
Alta iba su frente
cuando lo llevaron.

Atrás,
maniatadas,
musicales
manos.

Granada
en vigilia
Viznar aun dormita
cuando cinco sombras
su oración caminan.
También va mi amigo
que pide en silencio
“si muero,
dejad
el balcón abierto”.

Cruje el puentecillo
de la fuente grande.
Ainadamar,
fuente
de las lágrimas en

idioma árabe.
Se ha roto el silencio
con el murmurío
de la acequia pura
que pronto,
muy pronto,
cuajarón de sangre
teñirá violento.

Ya resuena el alto.
Ya suenan los tiros.
Federico cae,
Su cuerpo está yerto.
Allí lo rematan.

¡Inútiles balas!
¡Inmortales balas!
¡Jamás
un poema será fusilado
ni un poeta
muerto!

¡Federico vive
mi amigo no ha muerto!
Por aquel balcón
Federico ha vuelto.

¡Federico vive!
Dejad el balcón abierto.



FEDERICO

¿Por qué te mataron, Federico?
¿Porqué osaste vivir tu propia vida
en libertad?
¿Porqué osaste elevar en libertad
tu propio canto?
¿Qué quisieron matar? ¿La unción
de tus poemas?
¿El murmurío mágico de
tus canciones?
¿La seductora melodía de tu voz?
¿El limpio y puro trazo de tus imágenes?
¿Tu transporte del mundo al escenario?
¿Tu apasionada inspiración
sobre el teclado?
¿Tu andaluza valoración
del amor gitano?

¿O la belleza nacarada de tu rostro?
¿La varonil cadencia de tus pasos?
¿La seducción de tu sonrisa en tu mirada?
¿La atractiva llamarada de tu estampa?
¿La envidia de la tersura de tus manos
deslizándose
sobre el cuerpo de los seres
que amaste y te amaron?
¡Bah! Prejuicios y estupideces de una época
¿Y en la nuestra? ¿Aquí y ahora?
Al reencarnarte
¿volverán a traición a fusilarte?
No, Federico: tu recuerdo pervive y permanece.
Estás vivo.
Y nadie jamás podrá matar a un poeta,
Nadie podrá jamás matar la poesía.